La pandemia obligó a los museos a reinventarse. Junto a expertos reimaginamos cómo podría ser la nueva realidad de estos oasis culturales.
[Arte de portada: Operedaltro]
En las últimas semanas hemos visto un cambio de paradigma cultural innegable: auge repentino de autocines, raves donde impera el distanciamiento social, trajes especiales para asistir a un festival de música sin riesgo de contagio… La pandemia dejó atrás —al menos por ahora— aquella imagen de abarrotamiento en espacios culturales y dio paso a iniciativas que reconfiguran cómo consumimos cualquier tipo de arte.
Los museos son la viva imagen de esta “nueva normalidad”. Muchos han sabido adaptarse al aislamiento social digitalizando recorridos por sus instalaciones —y ofreciéndolos de forma gratuita. Pero, ¿pueden sobrevivir siempre así? ¿Podrán mantener sus programas tradicionales? ¿Volveremos a ver esa imagen de turistas amontonados tomándose una selfie frente a una obra histórica? Hemos hablado con algunos expertos para que nos cuenten cómo se imaginan el futuro de estos oasis culturales.
El público como epicentro
Para el brasileño Lucas Oliveira, mediador cultural e investigador de procesos colaborativos en el arte contemporáneo, es vital seguir la tendencia que el Covid-19 deja a su paso: “[los museos tendrán que] crear un camino que fortalezca la relación con los públicos. Construir programas remotos y formas novedosas de digitalización de los contenidos de las colecciones”.
Oliveira considera que es fundamental promover un ambiente de participación y colaboración, cada vez más común en el arte contemporáneo. “[Es necesario] crear una relación más distendida con los públicos y con su propia capacidad de generar y hacer circular imágenes o contenidos estéticos”.
Un buen ejemplo es la iniciativa que tuvo The Metropolitan Museum (MET) de Nueva York, uno de los más importantes de Estados Unidos —donde la pandemia se ha cobrado más de 100 mil vidas. El MET digitalizó su colección para que esté disponible en el popular juego Animal Crossing para que los usuarios puedan decorar sus escenarios con obras de arte.
“Me preocupa mucho que las pantallas sean el único mediador para acercarse a cualquier tipo de arte. La pantalla condiciona la perspectiva”
En contraposición al avance de la tecnología para acercarnos a las artes visuales, Emanuel Franco, encargado del programa cursos y talleres para familias y adultos del Museo Moderno de Buenos Aires, opina: “[preocupa] que las pantallas sean el único mediador para acercarnos a cualquier tipo de arte. La pantalla condiciona la perspectiva, centraliza sobre un contenido”.
Pero, a pesar de ello, no niega la funcionalidad de las redes sociales para acercar los museos a las masas, especialmente en tiempos pandémicos: “Tienen una función protagónica a la hora de visibilizar todo el trabajo que hacen las diferentes áreas de un museo y pueden generar un vínculo diferente con las personas que ya no tienen la posibilidad de acercarse al espacio físico”.
Así ocurrió con la cuenta de Instagram del Moderno. Hoy, repleta de tutoriales artísticos para la audiencia, sirve como plataforma cultural y abre al público un conocimiento hasta ahora reservado para algunos asiduos al museo —desde un paso a paso para hacer un collage de ensueño hasta un ciclo de charlas entre diferentes artistas y escritores.
Para Emmanuel, el museo del mañana tiene que ser “un museo seguro donde nadie sienta miedo de estar compartiendo una sala de exhibiciones con otra persona. Lograr generar espacios seguros donde compartir no sea un sinónimo de contagio o tragedia”.
¿Larga vida a la democratización de los museos?
Si ahora todo el mundo puede acceder a la mayoría de museos, ¿estamos viviendo su democratización en su máximo exponente? Sofía Dourron, historiadora de arte, curadora y ex directora de La Ene —el primer museo de arte contemporáneo de Buenos Aires—, cree que sí: “Se ha habilitado la posibilidad de acceder a materiales a los que antes no podíamos acceder —o sólo si pagabas entrada—, y siento que es un paso hacia la democratización de esos conocimientos”.
Sin embargo, también alerta de los contras de perpetuar las visitas digitales a galerías y museos: “Los lives, las visitas online y los viewing rooms son más bien de experiencias solitarias que corren el riesgo de exacerbar las distancias afectivas que ya existen en la sociedad”.
“Quisiera que los museos puedan colaborar en la construcción de formas más solidarias y sensibles de existir”
Sofía no imagina el museo del mañana sin que este vaya ligado a fomentar un mundo mejor. Considera vital que estas instituciones “traten de estar orientadas a fomentar nuevas formas de sensibilidad que puedan impactar en cómo nos pensamos como sociedad, cómo nos relacionamos con lxs otrxs, humanos y no-humanos, cómo co-existimos. Quisiera que los museos puedan colaborar en la construcción de formas más solidarias y sensibles de existir”.
Puede que esta pandemia no sólo cambie la forma en que habitamos físicamente esos espacios culturales, sino también qué misión pedagógica y social van a tener frente al mundo después de la emergencia sanitaria. Sobre los restos de los museos tradicionales tendrán que aparecer nuevas relaciones con las obras y los artistas, dinámicas que se ajusten a lo que vendrá y que fomenten espacios colaborativos que permitan recuperar la confianza humana y la proyecten todavía más.