Desde la cuna del Zapatismo, Marichuy fue elegida como la vocera de las problemáticas indígenas en la carrera por la presidencia de México
“La compañera Marichuy no se vende, no claudica y no se rinde”, expresó la comandancia del Congreso Nacional Indígena (CNI) cuando designó a María de Jesús Patricio como vocera de su movimiento. Los representantes de diversos pueblos originarios de todo el territorio mexicano se habían reunido en San Cristóbal de las Casas, Chiapas –la cuna del Zapatismo–, para elegir una representante que pudiese amplificar sus demandas a nivel nacional. Era mayo de 2017, el año en que se permitieron por primera vez las candidaturas independientes en las elecciones presidenciales.
“El hecho de participar como vocera no fue una decisión mía, fue la decisión de una asamblea. Si me hubieran preguntado hubiera dicho que no, porque ¿quién se avienta así?”, dice ahora Marichuy, días después del estreno de un documental que registró su proceso de recolección de firmas para ser candidata independiente, previo a las elecciones presidenciales de 2018 en México.
“Pero yo lo consideré como se hace en la asamblea de una comunidad: cuando se delega un cargo uno no tiene que decir que no, es un compromiso que le están delegando”.
El compromiso que asumió entonces la médica tradicional nahua, originaria del sur de Jalisco, no sólo consistió en recolectar más de 800 mil firmas ciudadanas que pudieran avalar su candidatura sin partido. El encargo principal de Marichuy fue el de recorrer los pueblos oprimidos de México, y en particular las comunidades indígenas, para entender sus batallas y comenzar a tejer redes de lucha frente a problemas comunes: el despojo del territorio, la imposición de megaproyectos extractivistas, la violencia hacia los defensores ambientales, el sistema machista omnipresente.
Aunque María de Jesús Patricio no logró reunir las firmas suficientes para postularse como candidata presidencial independiente, su campaña sirvió para visibilizar estos problemas de los que no hablaba ningún otro político. Este fue también uno de los objetivos de La Vocera (2020), el documental donde se muestra parte del recorrido de Marichuy por 26 estados mexicanos, así como las problemáticas específicas de una comunidad del norte, una del centro y una del sur. La película dirigida por la cineasta Luciana Kaplan se estrenó a finales de noviembre en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara y se proyecta que en 2021 llegue a las salas nacionales y a las plataformas de streaming.
Tras una función al aire libre, María de Jesús Patricio recordó que su aspiración nunca fue llegar a la silla presidencial, sino “ir y escuchar los problemas de los pueblos para que fueran vistos en otros lugares, a través de los medios que nos acompañaron, y crear redes con quienes fuéramos encontrando en este caminar”. También advirtió que la articulación de luchas sigue siendo necesaria y no solo a nivel nacional, sino global: “Porque está en peligro nuestro planeta y tenemos que salvarlo nosotros. Está claro que desde arriba no va a venir, no hay interés, y nosotros somos los que estamos viviendo las consecuencias”. Al día siguiente, la vocera del Congreso Nacional Indígenas concedió a PlayGround esta entrevista.
Tras recorrer México escuchando a los pueblos, ¿cuál diría Marichuy que es el enemigo común?
Es el capitalismo, porque el que tiene dinero es el que tiene el poder y puede decidir qué y cómo se hace. Lo hemos visto de manera más agresiva ahora que quedó AMLO: cómo se convierten las personas cuando llegan arriba porque atrás hay alguien que decide. Los que tienen el dinero dicen ‘yo quiero estos árboles, estas aguas, estas tierras’, y quitan a quien esté estorbando; no les importa que haya muertos, desaparecidos, encarcelados. Los conflictos territoriales son ocasionados también desde fuera con el fin de que haya choques y de esa manera hacen que se meta la policía, los soldados, la Marina, la Guardia Nacional. Hay toda una estructura muy bien organizada por parte del capital que ya viene desde antes. También históricamente ha habido luchas y momentos de organización por este despojo. A veces se piensa que los de abajo no tenemos que decir nada simplemente obedecer, y pues no, los pueblos están hablando, se están organizando y están resistiendo porque quieren la tierra y quieren seguir viviendo. Vamos a luchar contra todo lo que sea la muerte.

Un partido de futbol en el Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan. Still del documental ‘La Vocera’, acerca de Marichuy
López Obrador se presenta como un hombre que viene de abajo y está con el pueblo. ¿Cómo se ve su presidencia desde el CNI?
Pues dice una cosa arriba y abajo es otra, eso sí está claro. Está acostumbrado a hablar nada más; yo creo que quiere dar una imagen de que no pasa nada, igual que los otros. Llama conservadores a todos los que resisten, a los que alzan la voz y se atreven a decir que algo está mal. Todos los que no lo apoyan eso son. ¿Qué quiere decir? Que nos tenemos que quedar callados, que ya llegó el cambio, que todo está bien, pero no es cierto. La situación ha empeorado para los pueblos y ahora escuchamos que también en las ciudades, con tanta manifestación. Para mí eso dice mucho, porque si realmente hubiera un cambio, pues la situación fuera diferente. Su deber es escuchar a todos esos grupos por más rebeldes que sean, por más radicales, y no lo está haciendo. Al contrario, está reprimiendo, está usando la fuerza, está usando al crimen organizado, que va de la mano con la imposición de los megaproyectos; es una manera de asustar y dividir y confrontar a las comunidades.
¿Nunca hubo un acercamiento del CNI con López Obrador?
No, nosotros andábamos en lo nuestro y no lo buscamos. No íbamos buscando un poder de arriba, buscamos un poder de abajo; y cuando alguien llega arriba, se transforma, no es lo mismo.

Marichuy junto a representantes del pueblo Wixárika. Still del documental ‘La Vocera’
¿Por qué considera tan importante que las mujeres se involucren en la política?
Yo soy mujer, y como mujeres tenemos un compromiso con las demás mujeres que vienen atrás. El recorrido que hicimos fue una invitación a que la mujer hable también, que participe y sea parte de este proceso organizativo desde abajo. Decíamos que el cambio no se va a dar si no participa la mujer y también decíamos que cada quien lo hiciera a sus modos, tiempos, ritmos, cada quien en sus lugares. Yo veo organizaciones fuertes de mujeres y tomo algunas cosas para que nos organicemos las mujeres del CNI. Hace falta. Porque sí participan pero falta que participen más. Creo que es bueno que demos luchas, cada quien de acuerdo a nuestras formas, pero que en un momento todas esas fuerzas se articulen para poder lograr un objetivo para todos: el de la lucha por la vida, por acabar con el sistema capitalista, patriarcal y machista.
Como mujer indígena, ¿cuándo decidió Marichuy participar en la política? ¿Fue educada así?
No, para nada; lleva uno un proceso de vida desde la casa donde el papá decide y los demás obedecen. Tal vez por eso me fue quedando claro que había que empezar desde la casa, que era lo más difícil. Cuando estaba más joven e iniciaba a participar en la comunidad, mi mamá me apoyó mucho, bastante. Ella confiaba y me decía ‘vete, voy a dejar emparejada la puerta, no llegues tocando, solo llega y métete’. Ella sí soñaba con que hubiera algo más, donde no sufrieran las mujeres. Mi abuelita también era de carácter muy fuerte. Fueron las que me apoyaron para empezar a dar mis pasos en la comunidad. Desde ahí yo ya iba pensando en cómo hacer para que los hombres no fueran así, tan enojones con las esposas…
Desde chica yo pensaba ‘¿por qué los hombres se enojan tanto? ¿Por qué las mujeres no se defienden? ¿por qué se dejan que las golpeen? Si los hombres tienen problemas, ¿por qué no los dicen? y así también las mujeres les decimos lo que vemos que no está bien’. Eran ideas que tenía, pero no sabía por dónde empezar. Y qué bueno que poco a poco, al estar permanentemente caminando, buscando qué hacer, pues mira hasta donde andamos. Yo lo veo como un paso más de parte mía y esa experiencia es la que tenemos que llevar a las comunidades. Ayuda ver que hay mujeres organizadas y que están dando una batalla fuerte. Todo eso me ha nutrido y me ha abierto más los ojos. Veo que hay una diversidad de luchas y todas son buenas, por algo se están dando.

Still de Marichuy en el documental ‘La Vocera’
¿Cómo vivió las expresiones de racismo y clasismo que sufrió durante la campaña de recolección de firmas?
Sí fue pesado pero a mí no me deprimía. No sé, algo pasaba, tal vez era más fuerte la responsabilidad que sentía de caminar, de escuchar. De hecho, algunos periodistas fueron muy groseros. Alguien me decía ‘yo que tú le hubiera contestado’, pero si lo hubiera hecho, eso iban a sacar, los pleitos. Y no se trataba de eso. Nosotros teníamos una responsabilidad que cumplir y era seguir adelante. Lástima que no se completaron las firmas, si no, hubiéramos seguido caminando. Pero sí hubo muchas críticas y groserías a mi persona por la imagen que se tiene de las mujeres de las comunidades o de los barrios: nos ven como de segunda o de tercera y dicen que nosotros nomás podemos estar en la casa y haciendo la comida. No les cabe en la cabeza que una mujer también puede ocupar cargos y ser parte de un proceso de cambio. A mí más bien me animaba que eso es lo que tenemos que cambiar, por eso es necesario organizarnos, por eso hay que participar y seguir caminando con más fuerza. A mí no me doblegó eso. Hay cosas más fuertes que nos han hecho a todos y como que eso te anima a seguir, a no dejarte llevar por cosas insignificantes.
¿Cómo sería un México más justo en la visión del CNI?
Pues primero, que todos los proyecto transnacionales se salgan de México y dejen ser a los pueblos como son, porque están trayendo enfermedades, contaminación, se están acabando al planeta. Lamentablemente tenemos que dar una lucha fuerte si queremos parar todo esto. Por eso pensamos que los pueblos solos no podemos, que tenemos que articular todas esas fuerzas que hay en la ciudad también. Además sería muy importante que a los pueblos indígenas nos consideren como personas, igual que los demás, no como de segunda o de tercera, que no nos etiqueten, ‘son inditos’; somos personas iguales. Tal vez cambia el color o la forma, pero siempre se nos mira como si fuéramos personas discapacitadas, que no piensan. Nosotros soñamos, como dicen los hermanos zapatistas, con un mundo donde quepan muchos mundos, donde se considere la importancia de cada uno con sus diferencias; y que haya respeto, porque ahorita deciden unos y los de abajo obedecen. Lo que se sueña es que el pueblo sea el que decida, que sea como una gran asamblea y el que esté arriba tenga que escuchar lo que diga el pueblo, todos: maestros, jóvenes, estudiantes, trabajadores, mujeres, pueblos indígenas.
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