El Covid-19 se sigue propagando en Argentina y el nuevo foco de infección en la capital se da en los barrios populares, los más vulnerables. Después de dos meses pidiendo ayuda, el Estado decide hacer presencia.
La pandemia de Covid-19 se ocupó de acentuar aún más las desigualdades sociales que hay en el mundo. No puedo lavarme las manos si en mi barrio no llega el agua; tampoco puedo mantener distancia social si en mi barrio vivo hacinado. Los Estados llegaron a brindar ayuda a algunos barrios vulnerables, como sucedió recientemente en Argentina. Pero lo hicieron un tarde.
En la capital del país, Buenos Aires, abundan las villas donde la pobreza impera. Allí se vive la emergencia sanitaria actual sin apenas recursos. Desde que comenzó la cuarentena, el pasado 19 de marzo, diferentes organizaciones sociales reclamaron al Estado atender a estos barrios populares. Estas peticiones de ayuda se intensificaron cuando, a finales de abril, la villa 31 —ubicada junto a Recoleta, una de las zonas más adineradas de la ciudad— se quedó sin agua.
La noticia se hizo pública a través de un video de Ramona Medina, una dirigente social de la agrupación La Poderosa. Sin embargo, no fue atendida a tiempo: Ramona contrajo Covid-19 y murió a mediados de mayo. Fue entonces cuando la emergencia que viven estos barrios empezó a formar parte de la agenda mediática y política. Las autoridades sanitarias pusieron el ojo en las zonas más pobres del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), que concentra más del 90% de los nuevos contagios diarios.
Nacho Levy, el principal dirigente de La Poderosa, volvió a levantar los reclamos que hizo Ramona el día después de su muerte. Levy cuestionó la forma en la que los medios trataron el tema y denunció que las obras de urbanización de las villas promovidas por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no estaban avanzadas, a pesar de haber recibido fondos por parte del Banco Mundial. Hasta la fecha, apenas un sector de la villa 31 se ha urbanizado, según fuentes oficiales, pero no es suficiente para proporcionar una vida digna a todas las personas que allí habitan.
Un día después de la muerte de Ramona, el pasado 18 de mayo, se quintuplicó el número de los casos de Covid registrados en ese barrio: pasaron de 249 a mil 323. Y para el 29 de mayo, la cifra aumentó a mil 972.
“Mi barrio aún se encuentra con una curva creciente de contagios, con varias situaciones y problemáticas estructurales que se vieron agudizadas por la pandemia”, nos contó Lilian Andrade, vecina comunicadora de la asamblea de Poderosa de Villa 31. Lilian lamenta que las obras que se inician para tener agua potable, no se acaban: “Ese problema persiste en estos barrios, necesitamos que se comiencen las obras pero también que se finalicen, y no sólo en la villa 31. En la villa 21-24, la mayoría de los vecinos tiene agua contaminada”.
Las ayudas llegan, pero tarde
Alberto Fernández, presidente de Argentina, organizó una reunión con dirigentes sociales de todos los barrios vulnerables del AMBA para atenderlos y plantear estrategias de contención. Entre los presentes estaba Levy, que nuevamente acercó los reclamos de Ramona, junto a 12 compañeros y compañeras de otras barriadas, según cuenta Lilian.
De aquí surgió un programa impulsado por el ministerio de salud de la nación, llamado DetectAR: se visitan los hogares de aquellos que tuvieron contacto estrecho con casos confirmados, se detectan los síntomas, se realizan los tests en un centro de testeo ubicado dentro del barrio y luego, según el resultado del análisis, se define la situación de cada vecino.
“Celebramos que esté el plan DetectAr, pero llegaron muy tarde”, dice Lilian, “cuando ya habían muchos infectados y con muchísimas deficiencias que hoy en día siguen. Los traslados se hacen en micros escolares juntando a casos sospechosos. O sea, personas positivas y negativas. Eso hace que si ibas en ese micro y no estabas contagiado, cuando bajes quizás lo estés”.
El rol de las organizaciones sociales se vuelve de suma importancia en este contexto: quienes llevan adelante comedores sociales se encargan de llevar comida todos los días a muchas familias. “Las demandas de los comedores a nivel nacional crecieron un 320%. Antes hacíamos casi magia para que alcance, hoy gracias a donaciones que estamos recibiendo mediante la campaña #ContagiaSolidaridad podemos cubrir un poco más, pero aún así no alcanza, no somos el Estado”, manifiesta Lilian.
Villa Azul: aislada del mundo
Esta situación de emergencia también se vive en la provincia de Buenos Aires. El caso más relevante es el de Villa Azul, un barrio ubicado en el conurbano bonaerense. Este barrio fue aislado por el Gobierno provincial luego de que se registraran 53 casos positivos de Covid-19. Ahora, las 800 familias que viven allí no pueden circular fuera de la villa.
La medida de aislar a un barrio entero generó discusiones y polémicas. Fernando Bercovich, maestrando en sociología económica en la Universidad de San Martín y especialista en urbanismo, explicó que generó “críticas de propios y ajenos que señalaban una posible guetización de la pobreza”. Sin embargo, este operativo se llevó adelante con el acompañamiento de organizaciones sociales y políticas de Villa Azul.
Las próxima semanas serán decisivas para ver si las medidas que el Estado tardíamente adoptó para contener la situación en los barrios de emergencia tienen resultados. El virus avanza, la cotidianidad se transforma, pero la desigualdad se mantiene o se agrava.