Christophe Dettinger, de 37 años, saltó a la fama la década pasada como Le Gitan de Massy en su época como boxeador, cuando se proclamó campeón nacional de Francia en 2007 y 2008. Sin embargo, ha sido esta semana cuando su nombre ha dado la vuelta al mundo.
Ocurrió en una protesta de los los llamados «chalecos amarillos», el movimiento reivindicativo interclases francés. En una movilización del pasado sábado en París, sobre la pasarela Sédar-Senghor, grabaron a Dettinger golpeando a varios policías.
Se ha convertido en un héroe del pueblo haciendo recular a una unidad entera de antidisturbios con sus propios puños.
Bueno, quizás contaba con una pequeña ayuda para destrozar a los agentes. Según ha publicado France 2, la brutalidad de los golpes que propinaba este Rocky Balboa de París tenía trampa: sus guantes estaban reforzados con plomo, así podía causar más daño y recibir menos impacto.
Ahora tendrá que acudir a un juicio rápido por agresión a la autoridad. Tal ha sido el revuelo de las imágenes que la Federación Francesa de Boxeo emitió comunicado condenando la actuación de Dettinger, además de desmarcarse de su comportamiento, que califican de «totalmente contrario a los valores de nuestra disciplina».
No tiene a las instituciones de su lado, pero el pueblo francés le apoya. En pocos días más de 8.000 personas habían hecho donaciones por más de 120.000 euros en una campaña para recaudar fondos en línea para «apoyar a su familia y mostrarle la solidaridad del pueblo de los chalecos amarillos, del verdadero pueblo francés». El problema es que la web Leetchi, donde se realizaba el crowdfunding, cerró la campaña después de que varios políticos del Gobierno manifestaran su indignación.
Leetchi se comprometió en un comunicado a que el dinero sirva «únicamente a financiar los gastos de justicia» y que «no se aceptará ninguna otra utilización«.
El propio Dettinger se entregó a las autoridades el lunes, pero antes subió un vídeo a Facebook explicando por qué se lió a puñetazos.
Reconocía haber «reaccionado mal», pero también expone que su gesto respondió a cómo habían actuado los agentes, e insistió en «la represión policial» y en particular haberse sentido agredido por los gases lacrimógenos que recibieron él y su mujer.
