No, la selva amazónica no es ningún pulmón. Nuestros pulmones inhalan oxígeno y expulsan dióxido de carbono. En el caso de los árboles y las plantas este mecanismo de intercambio se produce al revés. En todo caso, pues, deberíamos decir que el Amazonas es el pulmón invertido del planeta. Una frase que, ya de primeras, no suena tan bien. Pero es que tampoco es del todo correcta.

Otro de los datos que se ha compartido incansablemente en las redes sociales -entre otros por Emmanuel Macron- es que la selva amazónica produce el 20% del oxígeno del planeta. El consenso académico, sin embargo, es que la cifra es menor al 10%. De hecho, si tenemos en cuenta que, como cualquier otro ecosistema, la Amazonia no solo produce oxígeno sino que también lo consume, su contribución al oxígeno global del planeta es prácticamente nula.
La realidad es que prácticamente todo el oxígeno que respiramos se origina en los mares y océanos.
Como escribió el bioquímico Nick Lane en su libro Oxygen, “incluso la destrucción más imprudente de los bosques del mundo difícilmente podría debilitar nuestro suministro de oxígeno, aunque en otros aspectos esa idiotez miope sería una tragedia indescriptible”.
Un informe publicado en 2018 por las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina (NASEM, por su sigla en inglés) de Estados Unidos apuntaba que “los fitoplancton a nivel de superficie (…) contribuyen con entre el 50 y 80% del oxígeno en la atmósfera de la Tierra”. Para algunos científicos esta cifra incluso podría superar el 90%.
Los océanos son el pulmón del planeta.
Razones para preocuparse
Hay muchos motivos por los que estar consternados por los incendios en el Amazonas de este año, pero la falta de oxígeno no es uno de ellos. Al contrario de lo que se cree, el planeta tiene un superávit de este gas. Aunque se quemase el Amazonas entero, el efecto en los niveles de oxígeno de la Tierra sería prácticamente indetectable.
Tal y como explica este artículo de The Atlantic, el geólogo Shanan Peters ha calculado que si se quemaran la totalidad de células vivas del planeta -desde la primera brizna de hierba al último rinoceronte- el descenso de oxígeno en la atmósfera sería “virtualmente nulo”.
“La noción de que debemos el aire que respiramos a la selva tropical, o al fitoplancton de las costas de las selvas tropicales, es una noción mal informada de lo que sucede a largo plazo”, explica Peters.
Esto no significa que la progresiva deforestación del Amazonas no deba alarmarnos. Sus bosques tropicales albergan una biodiversidad única, con miles de animales y plantes que solo se encuentran ahí. También es un importante refugio para las casi 400 comunidades indígenas, cuyos estilos de vida se basan en la preservación de los bosques y la biodiversidad.
A nivel global, ejerce una importante función como regulador del clima, ya sea proveyendo humedad y precipitaciones, enfriando la tierra o purificando agua y es un enorme contenedor de carbono que de no ser almacenado contribuiría al cambio climático.
Puede que no sea el pulmón del planeta, pero sigue siendo un ecosistema esencial.