En la «nueva normalidad» del confinamiento, el amor llega por wi-fi, pero enamorarse en la pantalla no siempre conduce a la cercanía física
Llevo más de 100 días encerrado en mi casa. Con la aparición de la cuarentena, mis planes sexoafectivos para este 2020 se vieron cancelados, o al menos suspendidos por un rato. La virtualidad habilitó una nueva forma de vincularnos y durante los primeros meses de encierro me funcionó.
Apenas comenzó el confinamiento, empecé a hablar por Instagram con Nicolás. Él vive en otra ciudad que queda en otra provincia, a unos 700 kilómetros de Buenos Aires. En este contexto, 10 cuadras o 700 kilómetros es lo mismo.
Después de chatear un poco, empezamos a hacer videollamadas por WhatsApp todos los días. Nos propusimos revisar sagas de fantasía, así que hicimos un rewatch de Star Wars, de los nueve episodios: nos llamábamos, contábamos hasta tres y dábamos play al mismo tiempo. Luego seguimos con Harry Potter.
Nicolás era una compañía. Pasado el primer mes, nos dijimos “te quiero”. Pocas semanas después, “te quiero mucho”. Sí, nos dijimos eso a pesar de que nunca nos vimos las caras en vivo. Y lo dijimos porque lo sentimos. Este es el contexto en el que vivimos y en esta “nueva normalidad” el amor llega por wifi.
Hacía tiempo que no estaba envuelto en una situación tan romántica. Dentro de mi cabeza imaginé viajes para ir a conocerlo o que él venga para acá. Le agradecí a la pandemia por haberme cruzado con alguien que se emocionaba como yo con los mismos tramos de Star Wars y Harry Potter. Lloramos cuando murió Leia y cuando mataron a Dumbledore.
Con Nicolás no terminamos de ver la saga de Harry Potter. Llegamos hasta la película número seis. La semana siguiente, él estaba ocupado, casi no hablamos. Llegó el fin de semana. Era momento de ver las últimas dos películas, las de Las reliquias de la muerte, pero él seguía ocupado y apenas hablamos, así que el fin de semana pasó de largo sin función de cine.
Le pregunté si estaba enojado, si yo había dicho algo fuera de lugar. Él decía que no, dio unas respuestas vagas sobre su distancia y listo. A los pocos días dejó de responder mis mensajes y no hablamos más.
Sí, me hizo sentir mal una persona a la que nunca le vi la cara.
No todo está perdido
Decido consultar experiencias de amigos. Saber en qué andan, si tuvieron citas virtuales, si conocieron a alguien. Me encuentro con la historia de Micaela.
Hace casi cinco años que ella está soltera y antes de la pandemia sólo vivió un derrotero amoroso fatal. “No puedo creer que haya tenido que llegar una pandemia para encontrar a uno que me trate bien”, dice ahora que tiene un amante virtual.
Antes del confinamiento, ella dio match con Santiago en una app para conocer gente, sin embargo, no llegaron a verse. Luego, siguieron la charla por Instagram.
“Arreglamos tener una cita por Zoom y yo estaba nerviosa, hasta le pregunté a mis amigas qué ponerme porque no daba montarme para estar en mi casa, pero tampoco quería estar así nomás”, cuenta sobre los preparativos para el encuentro a la distancia.
La tarde previa a la cita, Santiago le mandó por un delivery una caja que adentro tenía un set para preparar mojitos. “Me dijo que era una cita temática, onda caribeña y que como no me podía invitar nada en un bar me mandaba todo para que haga tragos”.
La cita por Zoom de Micaela con Santiago duró cinco horas e incluyó un dresscode: playa tropical. A partir de ese momento, hablan todos los días, entrenan juntos por videollamada y él está planeando un viaje con ella para fin de año.
También me encontré con otra historia, pero menos feliz, la de Valeria. Ella también tuvo su momento de amor de cuarentena, pero fue un desastre.
“Veníamos chateando y decidimos ir a caminar para conocernos, así que nos encontramos en la calle con barbijo y compramos café”. Era la primera vez que ella iba a salir de su casa, desde que empezó el aislamiento, para verse con otra persona en plan cita.
Sin embargo, ella estaba tan nerviosa por estar contacto con un otro en medio de la pandemia que terminó tirándole todo el café a su date. “Yo me quería matar y él después me acompañó hasta mi casa y me insinuó si podía subir, pero lo dije que no”, cuenta.
Nunca más lo volvió a ver.
Volver al pasado
Lo única relación sentimental que construí en esta cuarentena es con Mailen. Nos conocimos a través de “Un amor de cuarentena”, un proyecto que te matchea por azar con alguien para intercambiar emails tipo carta. Desde la primera semana de aislamiento que nos mandamos cartas y, sin dudarlo, creo que es la relación emocional más estable y fructífera que tuve en años. Este proyecto fue ideado en 2018 por Tomás Guarna y Tamara Teresnik, en ese entonces se llamaba “Un amor de verano”.
Tomás contó que para ellos los mails tiene un encanto nostálgico y que “si bien hay herramientas más útiles para comunicarse que los correos, nosotros le damos artificialmente la posibilidad de leerlos cuando el destinatario quiere, y además nos fuerza a dedicarle mucho más tiempo a escribirlos, por eso pensamos el proyecto como uno de escritura creativa para conectar con otra persona a través de la escritura”.
Desde que intercambiamos emails con Mailen pasaron muchas cosas: ella se enamoró, editó un EP y operaron a su papá, entre otras cosas. En paralelo, yo renuncié a mi trabajo, me deprimí porque me rompió el corazón alguien a quien no conozco, tomé clases de tarot y organicé un cumpleaños por zoom para mi madre.
Tamara nos contó que desde que empezó este proyecto se enteraron de personas que terminaron siendo buenos amigos y también otros que efectivamente conocieron a su amor. “Nos llegaron varias historias de romances: algunxs arrancaron de toque y cortaron la comunicación vía mail y otres se vieron al final de la experiencia”, cuenta Tamara.
No estoy seguro si mi relación con Mailen es “mi romance de cuarentena”, pero sí estoy seguro que es la mejor compañía que encontré hasta ahora. En medio del boom de las videollamadas y de las citas virtuales encontré compañía y cariño en el rincón más vintage de la mensajería virtual: una casilla de email.